★ Dentro del caballo de Troya (reseña)

Sobre «Grietas. Acerca de las murallas», de Pablo Soler Frost

Publicado en la Revista de la Universidad, mayo 2020

Existen metáforas que han cercado la historia humana entera. Cada época las resignifica, cambia los músculos y piel que recubren su osamenta. Las murallas son una de ellas, tan viejas como Mesopotamia misma, tan anchas o tan delgadas como el muro de Trump o la piel. Pablo Soler Frost evoca a lo largo de su más reciente ensayo los entresijos de las piedras que conforman una metáfora tan vieja como la civilización misma. Es lo que hay detrás de las paredes, los motivos y resultados de la construcción de muros, lo que interesa al autor: “Podría pensarse que es uno de los grandes temas de la voz poética: la tragedia del poder acumulado y del desvanecerse de los cúmulos de polvo de la historia humana.” Las primeras secciones del libro abundan en citas y referencias eruditas, entre la poesía y la historia, que se tejen en textiles a veces apretados y a veces laxos. El ritmo en principio me resultó un tanto vertiginoso, puesto que la mente del ensayista abarca amplios territorios de una vez. A Soler Frost parece interesarle una especie de deriva que no estrangula con correspondencias perfectas entre causas y motivos.

El viajero que se adentre en las páginas de este libro se topará primero con lo que parece un intensivo recuento de hechos. Como si caminara fuera de la puerta de la historia, la épica más antigua, el poema de Gilgamesh, recita sus versos sobre la conformación de una ciudad; la Biblia, la Muralla China, incluso el gran Muro del Norte de Game of Thrones abren el horizonte de un libro atípico. Así como en los límites de una ciudad amurallada medieval se quedan afuera los sembradíos que le daban de comer al interior, Soler señala que las murallas son protección y peligro a la vez porque encierran y separan: dejan fuera al enemigo, sí, pero evitan la entrada del alimento en un asedio.

La genialidad de este libro no consiste en ser una mera compilación de datos, sino en la sutileza o dureza con la que Soler Frost brinca de un reino a otro y une —mediante barro o aire— las enormes piedras que conforman una idea. Así, podemos estar en medio de las ruinas ciclópeas de las murallas de Micenas sólo para encontrarnos, líneas después, frente a los muros invisibles que separan a los ricos de los pobres, esos que hacen de la idea del ascenso socioeconómico poco más que una utopía; o bajo el famoso techo de cristal con el que las mujeres nos topamos. Estos obstáculos invisibles, tan invisibles que más de uno se atreve a señalarlos como inexistentes, son parte de un continuum histórico.

Entre esta amalgama de erudición y poesía me vi en algún momento rebasada de citas. Por fortuna, un contrapeso trajo la levedad que Calvino tanto apreciaba: las anécdotas de Soler mismo. Me gusta especialmente aquella de su paseo por la Gran Muralla China, en el que, su acompañante, N*, “aprovechó para contarme que había estado viendo a una chica danesa en Beijing. Yo estallé por dentro. El viaje y mi vida, a mis ojos de entonces, se iba al ¿cuerno, diría?… Y pateé la Gran Muralla, muy probablemente rompiéndome el pie, vuelto un energúmeno por culpa de los celos…” La carne colisiona con la piedra en un “gesto muy humano, por fútil, tal vez”. El yo entra y sale de la prosa a capricho, y da cuerpo, pone el cuerpo cada vez que se apersona.

Mientras leí recordé muchos muros propios, por ejemplo aquellos que separaban el fraccionamiento en el que vivía mi abuelo. Tenían pintados el logotipo de éste y servían no sólo para separar espacios sino para separar personas. En la práctica eran fáciles de saltar: el objetivo no era que fueran inexpugnables, sino que crearan la idea de exclusividad en sentido pleno. Pensé también en la manera en que Roma se expandió desde el pequeño espacio entre cuatro montes, la Roma Quadrata, hasta el monstruo elefántico que se volvió, y cómo, en esa misión por la desmesura, tuvo que tirar sus viejas murallas. Si algo muestra este ensayo, es que las murallas son mucho más flexibles de lo que se podría pensar y que están por todas partes. Grietas invita a pensar en los ecos cotidianos de la historia.

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